Todos sabemos que hoy en día no hay casa que se diseñe sin un espacio para colgar la ropa y que esta no se vea desde la calle, ya en los sesenta se descubrió que era básico para respetar el entorno y desde entonces hasta hoy se ha vuelto imprescindible, a pesar de ello todavía algunos arquitectos y/o constructores se empeñan en pensar que en casa todos tenemos una secadora y demuestran su desprecio hacia el ciudadano por no contar en sus diseños con este espacio probablemente para sacar unos metros más de vivienda 'útil' que poder cobrar al comprador. En mi opinión es casi un delito este hecho ya que no hace sino empeorar la calidad de vida de los vecinos que no les queda otra que comprar la secadora o colocar el tendedero en medio del salón.
Las casas del Puerto Viejo de Algorta son mucho más que centenarias, por lo que no disponen de estos sistemas modernos de celosía tendedero por no hablar de la famosa secadora, que en muchos de los hogares del barrio es imposible colocar por falta de espacio. Es por ello que cada uno de nosotros se las ingenia a su manera para secar la ropa. Los días que hace sol los tendederos de pared, los plegables de suelo, las cuerdas de lado a lado de una vivienda,... salen a la calle, a los balcones, a las ventanas, incluso a las escaleras del mismo Puerto, es increible ver cómo se las arregla cada uno de los vecinos para colgar la ropa, la imaginación al poder, todo creatividad! Pero cuando no hay sol, es el interior de nuestras casas el que se transforma totalmente, los radiadores aparecen cubiertos los tendederos plegables se abren y reparten por los huecos de las viviendas, los calzoncillos cuelgan de las lámparas y las camisas de las manillas de las puertas, se está a la caza de ese espacio que nos permita dejar una prenda más para que seque lo antes posible y no suelte más olor a humedad del ya existente por la zona en la que vivimos y la piedra arenisca utilizada para construir las viviendas.
Y de vez en cuando esto que es un verdadero problema para nosotros, los vecinos, nos da una alegría, nos hace sacar una sonrisa por lo curioso de la situación. Ayer, como todos los domingos salí a tomar un café en uno de las tabernas del Puerto (y desde aquí reivindico el nombre de taberna, que según me cuentan mis mayores era lo que realmente había en el Puerto, no bares), antes me di un pequeño paseo por el muelle y descubrí esta curiosa imagen de unos calcetines colgados de un cable situado en una de las paredes del muelle justo en la playita del Puerto. Y no se... quizá alguien colgó toda la colada y tras recoger se los dejó olvidados, o también es posible que alguien se metiese a la playa y una ola le mojase los zapatos y decidió aprovechar unas pinzas abandonadas para intentar secar los calcetines, quién sabe de quién serán, pero lo cierto es que a mi lo que me aportaron es un poco más de energía, un chute de vitaminas para alegrar mi condición de vecino del Puerto, un desear que estas cosas no desaparezcan de mi entorno, un ansia de libertad, de descontrol, un poco de anarquía en un mundo donde cada vez más el jefe político es el dios y amo que controla absolutamente nuestras vidas.
1 comentario:
Buen canto a la libertad individual. Gracias por hacernos empezar la semana con mejor espíritu.
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